sábado, 22 de junio de 2013

Reivindicando al error. Cuando la equivocación resultó un acierto.

Quienes conocen mi pasión futbolera, saben bien que con San Lorenzo no aplico teoría alguna. 
Como buena fanática irracional festejo, todo triunfo y padezco toda derrota. Imposible pedirme cualquier segunda lectura. 

Sin embargo, en lo cotidiano, aunque también soy resultadista; mi verdadero fanatismo está enfocado en los procesos, en la medición de los mismos y fundamentalmente en lo mucho que el error tiene para enseñarnos. 

Y aquí creo necesario reivindicar el aporte del error a todo proceso. 
Lamentablemente, en un contexto donde prevalece filosofía triunfalista; negamos, ocultamos, omitimos, demonizamos o ninguneamos su rol protagónico en el camino hacia el aprendizaje.

En este sentido, injustamente confundimos esos pasos fallidos que nos posibilitan avanzar hacia el logro de un resultado; con la negligencia, la decidía, la soberbia, la insensatez, el ensañamiento y la necedad entre otras cosas, que caracterizan a quienes se instalaron en un el error y no quieren, no pueden, no saben o temen dejar ese lugar. 

Vale recordarles, el error en sí mismo no dice nada; 
se trata de un mensajero que nos anoticia cómo seguir en un proceso. 
Pobre entonces de quien crea que el desafío es matar al mensajero; 
pues se perderá una gran oportunidad de crecer, superarse y conocer a los otros. 

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