Desde mi práctica profesional, compruebo a diario, el modo en que las emociones siguen a la percepción, a la vez que la condicionan. De allí mi esfuerzo por influir en los sentidos, con el objetivo de modificar la conducta. Como plantee en un texto sobre colores, percepción y emoción:“Reconocer la relación estímulo - percepción- emoción y acción; incrementará nuestra capacidad emocional y nos posibilitará transformar nuestra vida”. Con frecuencia decimos que la música calma las fieras; sin embargo, pocas veces tomamos real dimensión del impacto del sonido en nuestra emocionalidad. Por esto quiero profundizar esta relación, partiendo de la base que el sonido no es ningún objeto exterior, sino una sensación creada por nuestro cerebro al percibir ligeras vibraciones en el aire. La percepción sonora es el resultado de los procesos complejos que tienen lugar en el sistema auditivo central y permiten interpretar los sonidos recibidos. La percepción auditiva se da en cinco fases: Discriminación. //Identificación. //Reconocimiento. //Comprensión. En este contexto, quienes ya me han leído alguna vez, sabrán que en este recorrido no faltarán referencias a los aportes de las neurociencias al respecto, ni una mención a la psicoacústica (estudio de la respuesta psicológica y psicopatológica de un estimulo físico sonoro) y la Musicoterpaia; y mucho menos una referencia al efecto Mozart y a ejercicios prácticos para conocer incorporar concientemente el sonido en nuestra vida.
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