Días pasados revisando el diccionario de la Real Academia Española, de pronto y vaya a saber porque, se me ocurrió buscar la palabra “aborto” .
Nada nuevo bajo el sol en las primeras acepciones de la palabra:
1.m. Acción de abortar
2. m. Interrupción del embarazo por causas naturales o deliberadamente provocadas. Puede constituir eventualmente un delito
3. m. Ser o cosa abortada.
Pero la cuarta acepción llamó mi atención: Se define al aborto como: Engendro, monstruo.
Es cierto que para muchos el aborto es un monstruo, un engendro maldito. No faltan quienes se refieren a las mujeres que lo solicitan como “asesinas” y las juzgan, con total rigor, como madres que, sin sensibilidad alguna, matan a sus propios hijos….
Que difícil se hace entonces el diálogo. Por mi trabajo conocí a muchas mujeres- de diversas edades, clases sociales y sectores socioeconómicos - que abortaron o deseándolo no pudieron hacerlo y rescato un punto común en sus relatos, algo que las hermana: se trata del dolor que esa decisión, condenada socialmente, implicó en sus vidas
Pero no es extraño que al aborto se lo considere un monstruo, ya que es ante todo funcional a la idea de la existencia de un grupo a favor de la vida y otro en contra que, bajo ningún concepto, pueden acercar posiciones.
Como no asociar este contexto a la funcionalidad de la perversa “Teoría de los dos Demonios” que planteó una interpretación posible a lo acontecido en los años setenta.
En este rincón los defensores de la vida y en el otro los defensores de la muerte. El resultado de esta pelea poco importa , siendo lo relevante que la mayor parte de la sociedad queda dividida, ajena a tan cruel batalla, permitiéndose “mirar para otro lado”, vaya a saber como y a que costo, porque , aquí más que en los setenta, es muy difícil que estas historias no los hayan tocado nunca de cerca.
Y así como esta teoría intentó justificar a los militares y a los ideos de derecha, de la misma forma en nuestros días justificaría el autoritarismo religioso , que alegándose la defensa del derecho a la vida, avasalla y decide sobre un tema estrictamente sanitario imponiéndose a las políticas de estado que, no olvidemos, inciden sobre todos los ciudadanos, más allá de de su religión o de su ateísmo.
¿Que sucedería si, dado que los testigos de Jehová están en contra de las transfusiones de sangre, se prohibiesen las mismas o, porque la Religión judía lo pidiese, nos obligasen a la circuncisión de todos los varones y que hablar si respetásemos algunas prácticas tribales como ablación o mutilación genital femenina?
En esto vale recordar que fueron necesarios treinta años para que el gobierno establezca que no es válido justificar lo sucedido como una suerte de juego de violencias contrapuestas como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado, que son irrenunciables".
Nos queda mucho por andar y fomentar la apertura al diálogo, tantas veces como sea necesario, sosteniendo como un absurdo la existencia de dos posturas: Todos estamos a favor de la vida, y ojalá no fuese necesario recurrir al aborto.
Pero el aborto es un hecho, existe y se trata entonces de legislar sobre esta práctica para facilitar la decisión de quienes “decidan hacerlo” ,de más está decir que quienes por sus creencias decidan continuar con sus embarazos pueden hacerlo con total libertad. Se trata de evitar la clandestinidad que posibilita un negociado con las mujeres y que en muchos casos las pone en riesgo, fundamentalmente a las más pobres que arriesgan su vida en esto.
Y el camino a seguir lo marcan los pañuelos blancos. No es paradójico, que al pensar la lucha por “El Aborto Legal Seguro y Gratuito”, recurra a la “figura de las madres y las abuelas” para ayudarnos a pensar como es posible plantear una lucha, con firmeza, coherencia, constancia, paciencia logrando “hacer visible” ese monstruo que nadie quería ver y que, gracias a ellas todo un país reconstruyó su historia.
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